MARZO: BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS, PORQUE ELLOS ALCANZARÁN MISERICORDIA

P. Aníbal Belalcázar

LEMA: “El dolor y la enfermedad se alivian con amor y solidaridad”

CANTO: Si yo no tengo amor

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO: Oración desde las Bienaventuranzas.

Santo Espíritu de Dios, concédeme buscar mi felicidad y la de mis hermanos sabiendo que son:
Felices los que viven en paz con el Señor.
Felices los que
gozan de paz en la conciencia.
Felices los que construyen la paz en la familia.

Felices los que siembran paz entre los amigos.
Felices los que desean la paz a
los enemigos.
Felices los apóstoles de la no-violencia.
Felices los que destierran
la venganza.
Felices los que saben perdonar.
Felices los vencedores que no se
imponen.
Felices los vencidos que no alimentan el odio.
Felices los que saben
que las guerras nunca son santas. Felices los que piensan que es posible el consenso.
Felices los que no escuchan el diálogo de sordos.
Felices los que no
hablan el lenguaje de las pistolas.
Felices los que intentan comprender.
Felices
los que tienen hambre de paz. Amén.

 

HECHO DE VIDA:

En cierta ocasión se presentaron ante un hombre justo y de corazón piadoso unos hombres portando un cadáver sobre una camilla.

- Aquí te traemos a tu hijo pequeño, que ha sido muerto por su propio primo, tu sobrino Abdul. A él lo hemos apresado y te lo entregamos maniatado. Es tuyo. El asesino cayó al suelo y no se atrevía a mirar a su tío, padre de la víctima. Tenía mucho miedo y vergüenza, y no levantaba la vista del suelo.

El viejo no sabía qué hacer y sentía odio en sus entrañas. En aquel momento su hijo mayor le dijo:

- Padre, haz justicia y venga a mi hermano pequeño.

El hombre misericordioso contestó:

- No; hay algo mejor que hacer. Y lo harás tú. Haz estas tres cosas: Libera al hijo de mi hermano, entierra a tu hermano, y gasta tus fuerzas en consolar a tu madre, que mucho te necesitará.

La cara del anciano se llenó de paz. Mientras que el reo sintió en sus entrañas que estaba frente a alguien que jamás se había imaginado.

DIÁLOGO COMUNITARIO

1. ¿Qué necesitamos las personas para ser mas misericordiosos?

2. ¿De dónde nace la misericordia?

3. ¿Que otros textos bíblicos conoces sobre la misericordia?

4. Cada uno de un ejemplo donde podemos practicar la misericordia

ILUMINACIÓN BÍBLICA:

Les proponemos entre otros los siguientes textos: Lc 15,1ss; Lc 10,30-37; Ef 2, 4-6; Salmo 86,15.

REFLEXIÓN:

El papa Juan Pablo II en su encíclica Dives in Misericordia explica este término, así:

“El segundo vocablo, que en la terminología del Antiguo Testamento sirve para definir la misericordia, es rahamím. Este tiene un matiz distinto del hesed. Mientras éste pone en evidencia los caracteres de la fidelidad hacia sí mismo y de la « responsabilidad del propio amor » (que son caracteres en cierto modo masculinos), rahamím, ya en su raíz, denota el amor de la madre (rehem= regazo materno, vientre). Desde el vínculo más profundo y originario, mejor, desde la unidad que liga a la madre con el niño, brota una relación particular con él, un amor particular. Se puede decir que este amor es totalmente gratuito, no fruto de mérito, y que bajo este aspecto constituye una necesidad interior: es una exigencia del corazón. Sobre ese trasfondo psicológico, rahamim engendra una escala de sentimientos, entre los que están la bondad y la ternura, la paciencia y la comprensión, es decir, la disposición a perdonar.

El Antiguo Testamento atribuye al Señor precisamente esos caracteres, cuando habla de él sirviéndose del término rahamim. Leemos en Isaías: « ¿Puede acaso una mujer olvidarse de su mamoncillo, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría » (Is 49, 15). Este amor, fiel e invencible gracias a la misteriosa fuerza de la maternidad, se expresa en los textos veterotestamentarios de diversos modos: ya sea como salvación de los peligros, especialmente de los enemigos, ya sea también como perdón de los pecados —respecto de cada individuo así como también de todo Israel— y, finalmente, en la prontitud para cumplir la promesa y la esperanza (escatológicas), no obstante la infidelidad humana, como leemos en Oseas: « Yo curaré su rebeldía y los amaré generosamente » (Os 14, 5).

De ese modo heredamos —casi en una síntesis especial— no solamente la riqueza de las expresiones usadas por aquellos Libros para definir la misericordia divina, sino también una específica, obviamente antropomórfica « psicología » de Dios: la palpitante imagen de su amor, que en contacto con el mal y en particular, con el pecado del hombre y del pueblo, se manifiesta como misericordia”. (dives in misericordia).

El hombre contemporáneo se siente asfixiado y víctima de sus propias prisas. La vida se mide por la efectividad y no se permiten errores. Entre tanta presión surge la misericordia del Señor como redentora del alma humana. Cristo nos tiende una mano de esperanza y paz, y acoge al hombre a pesar de haber pecado. Los pecados existen, pero la fe verdadera abre las puertas a la reconciliación con el Padre.

La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así entendían también y practicaban la misericordia sus discípulos y seguidores. Ella no cesó nunca de revelarse en sus corazones y en sus acciones, como una prueba singularmente creadora del amor que no se deja «vencer por el mal», sino que «vence con el bien al mal», Si queremos ser misericordiosos y alcanzar nuestra felicidad, debemos dar el primer paso, el cual nos instruirá en todo bien que queremos lograr: amar, conocer y seguir a Jesús la misericordia de Dios hecho hombre.

COMPROMISO:

Buscaremos en nuestras Biblias más ejemplos, tanto en el antiguo como en el nuevo testamento, textos que me ilustren más acerca de este amor maravilloso que Dios nos tiene y luego haremos momentos de reflexión y oración para aplicarlos en nuestra vida.

 

DIOCESIS DE IPIALES
 
VIVAMOS ESTE GRAN
ACONTESIMIENTO
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Credo Nicenoconstantinopolitano
 
Creo en un solo DIOS, PADRE
todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor,
JESUCRISTO,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos
los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz.
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres
y por nuestra salvación, bajó del cielo;
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día,
según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar
a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el ESPÍRITU SANTO,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo,
recibe una misma adoración y
gloria,
y que habló por los profetas.

Creo la iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.
 
 
 
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