P. William Pantoja.

LEMA: “El dolor y la enfermedad se alivian con amor y solidaridad”
CANTO: Si tuvieras fe como un granito de mostaza.
ORACIÓN:
Gracias te doy: Por haberme hecho cristiano. Por posibilitarme conocerte y amarte. Por haberme infundido devoción hacia Ti. Por haberme colmado de gracias y favores. Te ruego me ayudes: A perseverar en tu amor, vivir y obrar en comunión contigo; hacer fructificar en mí tus dones. Permanecer fiel a tus inspiraciones, secundar generosamente tus deseos; evitar lo que te contrita y ofende; extender tu reinado en mis prójimos, contemplarte eternamente en el cielo. Amén.
HECHO DE VIDA:
Tres personas iban caminando por una vereda; un sabio con fama de hacer milagros,
un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante, alumno del sabio.
Terrateniente: “Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa y que inclusive puedes hacer milagros”.
Sabio: “Soy una persona vieja y cansada... ¿Cómo crees que yo podría hacer milagros?”.
Terrateniente: “Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos..... Esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso”.
Sabio: “¿Te referías a eso?... Tu lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo. Esos milagros los hace Dios, yo solo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo”.
Terrateniente: “Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tú haces..... Muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios”.
Sabio: “¿Esta mañana volvió a salir el sol?”.
Terrateniente: “Si, ¡claro que sí!”.
Sabio: “Pues ahí tienes un milagro..... El milagro de la luz”.
Terrateniente: “No, yo quiero ver un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra.... mira, hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas”.
Sabio: “¿Quieres un verdadero milagro? ¿No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?”.
Terrateniente: “Si fue varón y es mi primogénito”.
Sabio: “Ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida”.
Terrateniente: “Sabio, tu no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro...”
Sabio: “¿Acaso no estamos en época de cosecha?, ¿no hay trigo y sorgo donde hace unos meses solo había tierra?”.
Terrateniente: “Si, igual que todos los años”.
Sabio: “Pues ahí tienes el tercer milagro....”
Terrateniente: “Creo que no me he explicado. Lo que yo quiero....” (El sabio lo interrumpe)
Sabio: “Te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti ... Si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer”.
Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiro muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para ver lo que hacían el sabio y su alumno, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomo al conejo, soplo sobre él y sus heridas quedaron curadas; el joven estaba algo desconcertado...
Joven: “Maestro te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿Por qué te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿Por qué lo haces ahora que no puede verlo?”.
Sabio: “Lo que él buscaba no era un milagro, sino un espectáculo. Le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe, para ser maestro primero hay que ser alumno... no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los días sin que tu se los hayas pedido”.
DIÁLOGO COMUNITARIO:
1. ¿Qué quería el terrateniente?
2. ¿Cuáles son los milagros que le muestra el sabio?
3. ¿Por qué el terrateniente no estaba preparado para ver un milagro?
4. ¿Cuáles son los milagros que Dios ha hecho en tu vida?
ILUMINACIÓN BÍBLICA: Jn 20,24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor.» Pero él contestó: «Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré.» Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz esté con ustedes.» Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.» Tomás exclamó: «Tú eres mi Señor y mi Dios.» Jesús replicó: «Crees porque me has visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!»
REFLEXIÓN:
La negativa de Tomás a creer ha tenido como lugar en el intervalo entre el día primero (20,19) y el octavo, dos maneras de designar el mismo día de la semana. Se refleja aquí la costumbre de celebrar en tal día la reunión comunitaria.
El octavo día es el de la plenitud, más allá del séptimo que siguió a la primera creación; es el día del mundo definitivo. La creación que Jesús ha llevado a su término el día sexto (19,30) desemboca en este tiempo nuevo, que es, al mismo tiempo, primero por su novedad y octavo por su plenitud. Es el tiempo en que va surgiendo el mundo definitivo.
Los discípulos están dentro es decir en el lugar de Jesús, en la esfera del espíritu, opuesto al “afuera” el lugar sin Jesús y por tanto sin Dios, a donde debía ser arrojado el jefe de este mundo. El “dentro” es la tierra prometida, distinta del mundo injusto que la rodea. Tomás se ha integrado a la comunidad puede experimentar el amor. Las puertas cerradas ya no indican temor. El Espíritu ha dado a los discípulos la seguridad la libertad ante el “mundo” (20,19). Siempre que Jesús se hace presente entre los suyos lleva en si el recuerdo de su muerte por sus amigos (15,13). Su amor hasta el extremo, simbolizado por las señales de los clavos y de la lanza, es connatural a su presencia e inseparable de ella. La señal del costado significa, además, el don incesante del Espíritu. Juan insiste fuertemente en el aspecto físico de la prueba que Tomás exige.
La expresión “Señor mío” es el reconocimiento de la máxima calidad humana realizada en Jesús y equivale en boca del discípulo a la denominación “el hombre” usada por Jesús mismo. Su Dios es el Hombre- Dios en quien se manifiesta el Padre, único Dios verdadero (17,3). Sólo en Jesús puede conocerse lo que es Dios pues sólo en el Hombre- Dios brilla en su totalidad el amor de Dios al hombre. El Dios engendrado es así la explicación de la divinidad (1,18). Dios está cercano accesible en el hombre; él es el camino y la meta para todo hombre, la esperanza de la humanidad. Esa adhesión cercanía e intimidad son las que expresa Tomás con sus palabras: “Señor mío y Dios mío”.
El reproche de Jesús a Tomás “porque me has visto has creído” se refiere no tanto a pedir que se le conceda mirarlo porque eso ya lo habían experimentado los otros apóstoles el reproche es porque no creyó en el testimonio de la comunidad, exigiendo una experiencia individual, separada de la comunitaria. Tomás no obtiene lo que buscaba. Jesús se revela en el interior de la comunidad, después que ha participado en la experiencia de todos (20,26). Fuera del circulo de los que lo aman está el “mundo” a quien Jesús no se manifiesta (14,22).
El evangelista siempre juega con las palabras y adquieren así un significado enorme; empecemos diciendo como Tomás es nombrado no solo con el nombre sino también con su sobre nombre “llamado el mellizo” mientras que de los otros solo se dice que eran los discípulos, además da otra característica interna de Tomás dice que era de poca fe, por esto coloca una condición que parece sobrar porque él al ser apóstol ya por la palabra de Jesús sabe que tenía que resucitar, todo el mensaje del maestro lo lleva a esta etapa de la vida, tal parece falta un poco para que su fe sea fuerte.
Aparece en el texto la expresión ocho días después o sea que ha sido una semana de experimentar a Dios en la vida, ahora es momento de conocer de primera mano la experiencia de la resurrección que todos ya han tenido menos Tomás.
Recordemos que la petición era ver. Jesús cumple este deseo le muestra sus manos y su costado, pero el evangelista nos lleva de un ver físico a un ver de la fe. Lo primero que pide Tomás es ver físicamente y parte desde aquí su camino de fe, el maestro como en otras ocasiones lo lleva del ver al mirar, aquel que es capaz de mirar es capaz de conocer y en la Biblia conocer no es solo un acto intelectual, es entablar una relación afectiva y efectiva, esta relación comporta el amor; por eso se utiliza el verbo conocer para referirse al acto de fecundar, así, en la biblia dice María “ como será esto puesto que no conozco varón” a Tomás le hace falta conocer al maestro, entablar una relación de amigos; por eso su necesidad de ver y tocar; nos muestra esto además que el resucitado no es un fantasma que llega en medio de ellos, o que es otra persona distinta de la que murió en la cruz (el alma), no, es el mismo Jesús que se muestra, el completo y por eso Tomás es capaz de meter el dedo en el lugar de los clavos y meter la mano en el costado. Después de esto el discípulo hace su profesión de fe Señor mío y Dios mío, no solo es Señor que significa el dueño de mi existencia al cual le debo todo lo que tengo y lo que soy, sino también es Dios aquel que todo lo ha hecho por mí. Por fin Tomás conoce a Jesús.
Luego de esto el maestro lanza su Bienaventuranza “dichosos los que crear sin haber visto”
COMPROMISO:
Fortalecer la fe en comunidad eso significa vivir la experiencia de Dios en los Grupos de Familia, el compromiso es formar al menos 10 Grupos de Familia en tu parroquia.
Taller: A partir de la lectura de los siguientes textos decir que es fe.
Deuteronomio 28,12; 1 Reyes 17,14; Nehemías 9,21; Salmo 23,1; Salmo 37,16-19. 25; Salmo 140,12; Salmo 145,15-16; Proverbios 10,3; Salmo 105,11; Salmo 34; 9-10; 2 Corintios 8,9; 2 Corintios 9,8; Filipenses 4,19; Hebreos 11,1-13; 13,5; Santiago 1,17. |